Desarrollo social
El acontecimiento vital de este periodo de la vida es la entrada en la escuela. El cómo puedan transitar este paso, tanto los padres/madres como los hijo/as, va a ser importante para el desarrollo futuro del niño/a.
La escuela es el lugar de trabajo de niño/a. Los esfuerzos que el niño/a hace en este sentido no son solo los que tienen que ver con el aprendizaje. En la escuela el niño/a tienen que aprender a relacionarse con otras figuras adultas que no son sus padres/madres (los maestros/as), tiene que hacer amigos y relacionarse con ellos. Y sobre todo, lo más importante, es que tendrá que enfrentarse a un ambiente que es menos protector que el de su casa.
En la guardería, aún en el caso de haber acudido, las relaciones eran diferentes. Allí la disciplina era individualizada y las iniciativas y creatividad estimuladas. Sin embargo, en la escuela, pasa a ser un más entre sus iguales y tendrá que esforzarse por conseguir su hueco. Ya no tendrá los privilegios con los que pudiera contar en casa. La relación en el aula pasará a ser con un maestro/a que impone normas y restricciones. Para los más pequeño/as es un cambio importante tener que adaptarse a participar de grupos más amplios, en forma más organizada y por periodos más largos.
En los casos en los que los niño/as han estado muy apegados a sus padres/madres, puede resultar excesivamente doloroso el momento de la separación. Pueden negarse a ir e incluso presentar diferentes comportamientos como llantos, vómitos matinales o simulaciones de enfermedades de todo tipo. Es importante la interpretación y el manejo que los padres/madres hagan en estos casos.
La incorporación a la escuela supone entrar, por primera vez, a formar parte de un grupo. Un grupo de iguales tanto en edad como en habilidades motoras e intelectuales. Ahora en lugar de compararse siempre con adultos que lo sobrepasan y de los que depende, se medirá con sus iguales.
Pasará a ser prioritaria su vida social, caracterizada por la importancia primordial de los iguales. El niño/a por una parte necesita independizarse de los adultos y por otra llama la atención de sus iguales Para ello se hace el interesante e intenta llamar su atención pero también va a tratar de imponerse. Va a existir una relación de amigos-rivales. La autoestima del niño se pone en juego.
La relación con los compañeros varía conforme el niño/a va creciendo. Hasta los nueve o diez años la relación no es individual sino que la necesidad del grupo está puesta en función de realizar sus actividades y su propia afirmación.
Es hacia los nueve o diez años cuando el grupo toma otras características; se vuelve más homogéneo y estable. A esta edad también se pasa a tener en cuenta la selección según el sexo. A finales de esta etapa aparece el respeto por el otro y la honestidad. El niño/a se empieza a iniciar en la cooperación y es solidario con el resto de los componentes del grupo.
Esta es la edad en la que los niño/as empiezan por primera vez a tener tareas que realizar en casa. Es importante el posicionamiento que ante esto tomen los padres/madres. Los padres/madres deben colaborar con ellos en la planificación u organización de las tareas o deberes. Así mismo tienen que servirles de apoyo en las dificultades que los pequeño/as encuentren, enseñándoles a pensar. Lo que nunca deben hacer es hacer ellos las tareas de los hijos/as porque dificultaría enormemente que los niños/as puedan hacerse responsables de sus cosas.
La relación del niño/a con el maestro/a como figura referente dentro del aula, también varía según la edad que tenga. Al principio el maestro/a, al igual que ocurre con los padres/madres, está idealizado y es percibida por el niño/a como una figura omnipotente.
Al niño/a a esta edad le preocupa más la relación con el/la “profe” que con el resto de compañeros. Conforme se acercan los ocho años la situación varía. La aceptación del grupo toma más importancia. Es entonces cuando el niño/a empieza a descubrir la justicia y la igualdad. Descubre el acuerdo entre iguales. Cobra importancia la lealtad al grupo de pertenecía y no tanto la relación con el maestro/a. Al niño/a lo que más le preocupa es que el resto de iguales le acepte, por encima de la aprobación incluso de los padres/madres o del resultado escolar.
Según afirma Piaget el niño/a pasa a oscilar de una moral de respeto y de sumisión al adulto a otra moral de respeto mutua, que alcanzará su desarrollo a medida que se vaya consolidando el grupo. En el grupo irá aprendiendo poco a poco a defender sus derechos. Es muy importante en esta nueva etapa lo que se denomina «el apoyo mutuo», la complicidad y la compenetración con los demás para conseguir alcanzar los mismos objetivos. La escuela, posterior a la familia, viene a representar el espacio donde el niño/a aprende e incorpora las reglas fundamentales de convivencia. Es importante que el maestro/a esté pendiente y contribuya a esta adquisición.
El juego es una actividad para el niño/a, además de placentera, necesaria para su desarrollo intelectual, afectivo, emocional y relacional. El juego espontáneo favorece la maduración y el pensamiento creativo. Después de los diez u once años, tras haber estado en grupos unisexuales, los niño/as por un lado y las niñas por otro, tenderán de nuevo a reunirse; las experiencias amorosas sustituirán paulatinamente a sus juegos con juguetes. Desprenderse de los juguetes supone para el niño/a una situación de duelo, de pérdida de algo que ha dado significado a toda su evolución y a su vida anterior.
Con la entrada en el colegio, las letras y los números vienen a ser nuevos juguetes; el aprendizaje escolar permite también utilizar juguetes que combinan las capacidades intelectuales con el azar; la lotería, el dominó... son juegos en los que se incluye o admite el posible triunfo entre dos con iguales valores. También son típicos los juegos con barajas de cartas, en los que la suerte y la astucia decidirán conjuntamente el éxito o la derrota. Entre los seis y ocho años la bicicleta, los patines, coches, muñecas, canicas, una comba, rompecabezas, puzles, juegos de sociedad, una pizarra y tizas, etc., son juguetes predilectos.
A través de los cuentos el niño/a amplía su mundo, aprende a convivir y desarrolla la imaginación y el conocimiento. Los niños/as, a edades muy tempranas empiezan a entretenerse con cuentos troquelados o impermeables al agua. Conforme crecen son los juegos interactivos los que más llaman la atención de los niños/as en esta sociedad actual. Los cuentos abren la dimensión imaginaria en la que cada niño/a, a posteriori, enlazará con sus propias vivencias y fantasías. Es el tiempo de soñar, imaginar, aprender, sufrir y gozar.
Entre los ocho y los doce años se generan muchos hábitos y aficiones; los niño/as están abriéndose al mundo, conociendo posibilidades y adquiriendo autonomía de movimientos. Es pues una edad muy adecuada para desarrollar un hábito lector que pueda consolidarse después en la adolescencia. Los padres/madres tienen un papel crucial en la creación y consolidación de este hábito. Dándoles a conocer el nuevo vocabulario, explicándoles el significado de las palabras desconocidas y enseñándoles el correcto uso del diccionario pueden ser algunas de las formas para que el niño/a se acerque a la lectura.
Va a ser a partir de los siete u ocho años y desde ahí hasta la pubertad, que el cuerpo vuelve a tener un rol fundamental. Se intensifica el gusto por la lucha, las carreras, el fútbol, el baloncesto, el escondite, los juegos de manos... Suele aparece la preferencia por ciertos juegos en el cuarto oscuro. Esto viene motivado porque hay una mayor definición de las capacidades genitales y se hace posible la utilización de dichos órganos. En la etapa de desarrollo anterior, el niño/a había pasado de jugar con el cuerpo al juego con los objetos. Sin embargo ahora irá abandonando progresivamente estos objetos para orientarse nuevamente y, de un modo definitivo hacia su cuerpo y el del género opuesto.
La televisión y los videojuegos son unas de las diversiones preferidas por muchos de ellos/as. Todo ello puede ser realmente útil siempre que no se convierta en una permanente fuente de conflictos (por abuso y sustitución de las tareas escolares por crear conflictos con la hora de acostarse, la selección de programas, los contenidos apropiados, etc.), sino que sirva como medio de comunicación, de aprendizaje y desarrollo de sus capacidades y de su espirito critico. El juego, el deporte, la pintura, la música, las aficiones, la lectura, etc., permiten y estimulan el desarrollo físico y el equilibrio psíquico, así como la posibilidad de expresar variadas sentimientos y fortalecer la voluntad y el espíritu de sacrificio.
El papel del adulto será importante a la hora de organizar el tiempo libre del niño. Consistiría en ayudarle a canalizar sus intereses y que descubra cuáles son sus preferencias. No todos los niño/as se expresan de igual forma y por los mismos medios: unos pueden preferir la actividad física, mientras otros disfrutan más con los trabajos intelectuales o manuales.