Desarrollo social
3.1 El comienzo de la socialización.
En esta edad el niño/a descubre la existencia real de los otros semejantes, saliendo así de los límites familiares.
Si hasta estos momentos la relación era de “juego en paralelo”, con relaciones muy momentáneas y esporádicas, veremos que a partir de los 4 años surgen modificaciones en la actitud del niño hacia los otros niño/as. Se explican unos a los otros lo que van a hacer como una forma de “tener en cuenta la presencia del otro”. Sin embargo, aparecen rivalidades cuando realizan actividades comunitarias.
Aún la colaboración es muy precaria, pues el niño/a atribuye al otro sus propios deseos e interpreta lo que el otro expresa también desde su punto de vista, lo cual siempre origina conflictos. Y es que en la etapa infantil, el ser humano es egocéntrico. Ser egocéntrico supone una forma de entender el mundo a través del punto de vista propio, sin comprender otros puntos de vista. La capacidad para ponernos en el lugar del otro, para comprenderle y aceptarle, haciendo que nos respete, se desarrolla en la niñez. La niñez es la siguiente etapa.
3.2 Jugar unos con otros
El juego es una actividad para el niño/a, además de placentera, necesaria para su desarrollo intelectual, afectivo, emocional y relacional. El juego espontáneo favorece la maduración y el pensamiento creativo.
El niño/a despliega con bastante exuberancia en los juegos, su omnipotencia infantil. Cuanto más pequeño es un niño/a, mayor es su ilusión de ser el centro del mundo. Cree que es tan poderoso y con tantas habilidades como ve a los padres/madre, maestro/as, en definitiva a aquellos que le cuidan.
Entre los 5 y 6 años aparecen algunos amagos de colaboración; los compañeros comienzan a ser tenidos en cuenta y comienzan a ser capaces de jugar unos con otros, capacidad que se desarrollará después mucho a lo largo de los años siguientes.
En sus juegos los niño/as juegan con ideas que son importantes para ellos, juegan a explorar su mundo interior tanto como el mundo de fuera, juegan a dominar sus emociones. Jugando aprenden a llevarse bien unos con otros, descubren lo que se sentirá siendo otra persona, se inician en aprender a apreciar las virtudes del dar y del tomar. Los juegos de los niño/as a esta edad nos dicen mucho de sus intereses, de sus ideas, de su estado de desarrollo. Los padres/madres, los maestro/as y cualquiera que se interesa por niño/as de esta edad se darán cuenta de que llegan a saber mucho s de los niño/as con solo verlos jugar.
3.3. Tipos de juego
A esta edad jugar es una forma de vivir. Los niño/as llevan a sus juegos los acontecimientos de la vida diaria junto con las historias y los cuentos que ha oído. Al jugar el niño/a se sitúa al borde entre lo interno y lo externo, entre la fantasía y la realidad. El niño/a de cinco años se afana en encontrar la diferencia entre lo que es imaginación y lo que es realidad. Sin embargo, vive atrapado a un mismo tiempo los dos mundos, el de la realidad y el de la fantasía, y pasa rápidamente y, al parecer, con toda facilidad de una a otra e esas dos “realidades”. Por una parte, se comporta de una manera perfectamente normal. Por otra vive todavía en un mundo mágico. Las cosas tienen vida, tanto los objetos que llamamos inanimados como los verdaderos seres vivos. O mejor aún: es el niño el que hace vivir los objetos.
A los 5 años el niño/a no ha llegado todavía a la etapa de jugar a juegos organizados en los que hay que seguir reglas, tales como el futbol o el rescate. Es a una edad un poquito mayor cuando empiezan a jugar a esos juegos. A los 5 años prefieren los juegos de representar papeles, con frecuencia inspirados en sus programas de tv tales como Batman, Superman.... Otros juegos serán variaciones de “las mamás y los papás” o “las escuelas” Será un poco más tarde, cuando los niño/as sean ya capaces de sacrificar una parte de su propio deseo Para conformarse al deseo del grupo, cuando empezarán a disfrutar de juegos grupales organizados o juegos de equipo.
A esta edad de los 5 a los niños están todavía en el proceso de mejorar sus habilidades motoras y se entregan de lleno a la actividad física. Para cuando cumplan los 6 años habrán adquirido y toda su capacidad motora. Las niñas empiezan a interesarse en actividades que incluyen movimientos más finos que los de los chicos como la comba y los bailes.
3.4. Necesidad de reglas
Cualquiera que observe atentamente la vida de un niño/a de cinco años se dará cuenta de que los niño/as de esta edad dan mucha importancia a las reglas. También lo niño/as muestran un respeto progresivo por las reglas de los juegos, y con ello va hacia una mayor aceptación del hecho de perder, aunque esto les lleve tiempo. Jugando a juegos colectivos los niño/as de esta edad desarrollan, además de otras habilidades, la habilidad de actuar en grupo. Parece que si el niño/a aprende a actuar dentro de un marco de reglas bien establecidas, se siente después más seguro cuando tiene que afrontar situaciones nuevas.
En resumen, podemos decir que durante este estadio el niño, en las situaciones colectivas con otros niños, pasa de una actitud de espectador que imita o se identifica con lo que hacen los otros, a actividades con inicios de colaboración, aunque muy esporádicos y limitados. Serán habituales las disputas y peleas entre ellos, y más efusivamente entre los niños que entre las niñas. El grupo ideal en estos momentos es de tres o cuatro niños, pues los intercambios son más fructuosos así que si el número fuera mayor.
3.5. El deseo de ser mayor
En torno a los 5 años los niño/as empiezan a preocuparse por su crecimiento y hacen comparaciones. Miran hacia atrás y se comparan con niño/as más pequeños, y miran adelante y ven los niño/as mayores que ellos. Parece que tales comparaciones son muy importantes a esta edad. ¿Quién es grande y quién es pequeño? ¿Qué cosas pueden hacer los bebés y qué se siente cuando uno se hace mayor? ¿Es uno el más pequeño, el mayor? A menudo insisten en la edad que tienen con mucha exactitud. No admiten que se diga que tienen 5 años si lo que tienen es 5 años y medio.
3.6. La llegada a la escuela
Las relaciones con los iguales encuentran su marco adecuado en la escuela. Los tres o cuatro años son un momento adecuado para ir iniciando al niño/a en otro ambiente fuera del familiar, aunque, como siempre, habrá variaciones en cuanto a las necesidades de cada niño/a y las posibilidades en este terreno. Es necesario para que se produzcan en las mejores condiciones, que la experiencia de esta separación y cambio de vida no sea prematura para el niño/a y que sea progresiva, continuando siendo la madre el personaje principal, y con una maestra “maternal” que pueda comprender las necesidades afectivas y los conflictos normales del niño/a en estos momentos.
Si el niño tienen tres años o más, lo mejor es enviarle a las escuela infantil al principio del curso oficial para que, de este modo, pueda iniciar los primeros juegos y ejercicios, en común y a la vez que sus compañeros.
Es necesario preparar al niño/a para esta experiencia, explicándole que se va haciendo mayor, que encontrará amiguitos con los que se divertirá y muchos juguetes diferentes de los que tiene en casa.
Nunca deber ser plantado como una amenaza, un castigo o una obligación pesada y costosa, de tal forma que pueda sentirse orgulloso y contento de ir a la escuela. Aún así, al principio puede que le cueste la separación; es habitual el llanto del primer día o de los primeros días; pese a lo cual debe seguir asistiendo. Sin embargo, si esto dura mucho tiempo (por ejemplo, más de diez días), es señal de que le niño/a aún no está preparado y habrá que apoyarlo psicológicamente y darle un tiempo para que se adapte.
Esta experiencia, en las condiciones expuestas, siempre ofrece muchas, variadas e interesantes posibilidades al niño/a, diferentes de las que puede ofrecerle la familia, por lo que merece la pena que vaya a la escuela desde esta edad. Además será también a su paso por la escuela infantil donde los niño/as ejercitan la creatividad, la iniciativa y la capacidad de cooperar, logros que será más tarde muy valiosos para alcanzar un buen desarrollo social, emocional e intelectual.
3.7 Sexualidad
En esta etapa existe ya un interés sexual. Son propias las preguntas sobre su origen: ¿dónde estaba yo antes?, y en torno a los seis años surgen cuestiones que hacen referencia a ¿cómo se hacen los niño/as?
Como explicábamos anteriormente, en esta etapa el juego del niño/a es esencialmente simbólico y nos dicen mucho de sus intereses, de sus ideas, de su estado de desarrollo. En este caso también reflejará la temática afectiva: las diferencias sexuales y la relación entre los sexos.
Los juegos sexuales entre niño/as son habituales y forman parte del desarrollo afectivo. El interés sexual de esta etapa es algo normal, pero el interés del niño/a ahora es absolutamente “explorador”. Algunos padres/madres pueden tener dificultades ante el descubrimiento de estos juegos, lo que puede llevarlos a acusar de “perversos” a los otros niño/as o a disuadir de jugar a sus hijo/as mediante juicios severos: “no seas cochino”, “una niña no debe hacer eso...”
La masturbación o tocamientos son otra de las manifestaciones sexuales que sorprende y preocupa a veces a los adultos. Puede que sea uno de los juegos realizados entre dos o tres niño/as, siendo a veces ocasional. Está también relacionada con este descubrimiento del cuerpo. Conviene hablar con los hijo/as sobre estas cuestiones, para lo que es necesario previamente que los padres sean “conscientes” de sus criterios sobre sexualidad y los trasmitan coherentemente a sus hijo/as.
El niño/a explora en estos momentos su cuerpo y el de los otros, sobre todo sin son del sexo opuesto. Todo ello le atrae y lo explora como explora cualquier otra cosa que le atraiga, sin más. Será frecuente que jueguen al papá y la mamá, al médico, a la enfermera, a los novios, a casados... De esta forma, satisfacen su necesidad de conocer, mostrarse, ver y ser vistos.