Desarrollo psicológico
1.1.- Introducción
Esta va a ser una etapa caracterizada por numerosos e importantes cambios en la vida del niño/a. Podríamos afirmar que es verdaderamente una “edad de oro”.
Será en este intervalo de edad cuando el niño/a pase de conocer bien y controlar su realidad familiar a encontrarse con el mundo exterior. Es entonces, cuando se dará cuenta que la realidad exterior es ineludible. Hasta ese momento el niño/a tan sólo contemplaba un mundo construido a la medida de sus deseos y las condiciones exteriores no eran contempladas.
Que el niño/a descubra la realidad exterior trae consigo un enfrentamiento entre el principio del placer, entendido como bienestar por satisfacción de sus necesidades, y el principio de realidad. Anteriormente, desde el nacimiento el niño/a busca instintivamente la satisfacción de sus necesidades. A esto se oponen las condiciones expuestas por el mundo exterior. Como consecuencia, en algunos casos el niño/a tendrá que aplazar o postergar la satisfacción de sus deseos y en otros, renunciar a ella en su totalidad.
Contra este principio de realidad natural, el niño/a en menor o mayor medida se rebela. Sin embargo, lo más habitual que pase es que el niño/a acabe reprimiendo sus actitudes opositoras y se adapte a las normas de convivencia que le vienen impuestas.
Es un paso importante para el futuro desarrollo, que el niño/a aprenda que hay un mundo exterior a él. Esto es necesario para que su psiquismo madure adecuadamente.
La etapa de los tres a los seis años es una etapa propia de miedos. Los miedos podrían ser entendidos como fruto de la riqueza imaginativa. Sobre todo son miedos que tienen que ver con miedo a ser atacado o dañado y miedo a las pérdidas o separación. A esta edad es normal la facilidad que tienen los niño/as para frustrarse y las abundantes rabietas (sobre todo entre los tres y cuatro años) El negativismo es un funcionamiento imprescindible para la autoafirmación del niño/a.
1.2.- La intuición
La característica fundamental de este periodo será la intuición. El niño/a pasa a tener un pensamiento de carácter intuitivo como anterior a la adquisición de la lógica en una etapa posterior. Piaget definirá el pensamiento intuitivo como “Este esquematismo prelógico, que imita todavía de cerca los datos perceptivos, centrándolos a su propia manera, es lo que puede llamarse pensamiento intuitivo”.
El pensamiento del niño/a en esta edad se basa cada vez más en el lenguaje hablado. Esto le permite tener una mayor claridad, coherencia y capacidad de comunicación. El niño/a pasará a designar los objetos y a definirlos por su uso. Un mayor manejo del lenguaje ayuda al pequeño a afianzarse y sentirse más seguro en el conocimiento de la realidad. Los progresos son muchos en esta etapa. Se producirá un aumento en su capacidad para recordar y describir situaciones pasadas y tendrá una mayor facilidad de expresión. Sin embargo aún no posee la capacidad para llegar a utilizar una lógica generalizable.
Con relación a los objetos, el niño/a ha ido llegando poco a poco a la conclusión de que estos, aún desapareciendo de su vista, permanecen como tales en algún lugar: es la fase de conciencia de permanencia del objeto. En la mente del niño/a algo permanece, aunque él, después de haberlo percibido, ahora no alcance a verlo; pero no tiene una idea clara de lo que significa la conservación de una serie de objetos.
A esta edad el niño/a sigue teniendo un pensamiento egocéntrico aunque algo más realista a lo que era en la etapa anterior. La intuición sigue estando centrada en los hechos concretos. El niño/a irá modificando sus intuiciones conforme vaya entrando en contacto con la realidad externa y en consecuencia aprendiendo de la experiencia. Hay, pues, una superación constante del egocentrismo. La intuición va a depender cada vez más de las relaciones intrínsecas de los objetos y de los conjuntos, y no del “fenoménico” y distorsionado punto de vista de la observación infantil.
En estas edades el niño/a pasa buena parte de su tiempo aprendiendo habilidades nuevas, desarrollando su capacidad de pensar y encontrando maneras de expresar su creatividad.
A esta edad casi todos los niño/as sienten gran curiosidad por todo lo que les rodea. Esto supone una gran ventaja en el proceso de aprendizaje, ya que para aprender no basta con tener la capacidad sino que hay que tener también deseo de saber. Todos los padres se han visto bombardeados por las preguntas del niño/a: “¿por qué?” “¿cómo?”, “¿cuándo?”. De esta manera los niño/as aprenden muchas cosas.
1.3.- El lenguaje
A lo largo de esta etapa el lenguaje hará progresos y poco a poco se irá convirtiendo en un adecuado sistema de comunicación e intercambio con los otros especialmente con el adulto.
Hacia el tercer año el niño/a pregunta continuamente por qué, sin querer pedir de esta forma una explicación de la causa realmente, sino del fin para el que sirven los objetos.
Un poco más adelante podría incluso fascinar a los adultos con su facilidad y soltura para expresarse con toda propiedad. Sin embargo, esto puede ser engañoso la mayoría de las veces, ya que a pesar de la perfección con la que emplea la técnica del lenguaje, su psiquismo no está en condiciones de responder al mismo nivel. Por ejemplo, utiliza “preconceptos”, es decir, las palabras significan lo que él entiende de ellas, que no coincide necesariamente con lo que un adulto pueda entender por esas palabras. Es como una situación intermedia entre lo personal y lo colectivo del lenguaje.
Poco a poco su lenguaje irá perdiendo este carácter e irá adquiriendo su dimensión social, a través de la cual sirve como sistema de comunicación e intercambio con los otros.
Gesell dice que el niño/a en el cuarto año de vida, está continuamente haciendo preguntas que tienen la finalidad de ver si las respuestas coinciden con sus propios planteamientos. Le gusta experimentar con el lenguaje, hace juegos de palabras, a veces para entretenerse él mismo, otras para llamar la atención de los adultos.
En el quinto año el lenguaje ha perdido cualquier carácter infantil en relación con la articulación. El niño/a hace menos preguntas, y, si las hace, las motivaciones no se deben solo a su propia subjetividad, sino también a razones más propiamente sociales. El lenguaje se ha completado tanto desde el punto de vista formal como estructural. A los 5 años casi todos los niño/as conocen bien su lengua materna aunque necesiten seguir perfeccionando en ella. De los 5 a los 6 años los niño/as están aprendiendo constantemente palabras nuevas. Es una edad de descubrimientos.
1.4 .- Leer y escribir
Es a lo largo de esta etapa en la que muchos niño/as hacen sus primeros intentos de escribir su nombre. Está claro que el nombre es importante, ya que representa en cierto modo la identidad de la persona. A partir de ese momento muchos niño/as se interesan por la escritura, sobre todo por escribir sus nombres y los nombres de sus amigos y hermanos.
A esta edad preescolar escribir es un juego, una actividad divertida. Muchos de estos niño/as empiezan ya desde ahora a reconocer su letra. Al mismo tiempo que todo esto ocurre, empieza también el proceso de leer, en el que jugar con letras constituye el primer escalón. A casi todos les gusta “leer”, aunque este placer consiste únicamente en mirar las láminas de un libro. Entre los 5 y los 6 años muchos niño/as empiezan a interesarse no solamente en las láminas y en el propio libro sino también en las mismas palabras. Encuentran palabras por todas partes: en los libros pero también en las tiendas y en los carteles y en los anuncios en las calles. Es importante estimular en los niño/as el interés por la lectura y desde tempranas edades.
1.5.- El dibujo
Existen también unas fases en relación con el desarrollo del dibujo, y todos los niño/as pasan por ellas.
Hacia los cuatro años el niño/a tiene ya una noción clara de lo que es un modelo de dibujo a reproducir, sobre todo si el entorno influye orientándolo en este sentido. Alrededor de los cinco o seis años el niño/a ya es capaz de “sabe dibujar” en el sentido de que posee una técnica que le permite reproducir esquemas propios del dibujo infantil, espontáneos junto con elementos más inducidos por un adulto o aprendidos imitando a este; éstos poco a poco irán haciéndose predominantes. El niño/a dibuja inicialmente como una forma de juego, pero también espera la aprobación por parte de los demás de sus realizaciones y llamar su atención. Es importante tener en cuenta que las descalificaciones y correcciones del adulto, no pueden más que conseguir acabar con la fuente espontánea del dibujo, haciéndole sentir al niño/a que no sabe dibujar y tal vez llevándolo a apartarse de esa importante actividad.
El niño/a, al dibujar, no “copia” lo real, sino que manifiesta a través del dibujo lo que a cada edad es capaz de saber de los objetos de la realidad. Uno de los temas predominantes desde que el pequeño empieza a dibujar es el de la figura humana. Casi todos los niño/as sienten una predilección especial por dibujar monigotes; además, suelen tener unas características muy similares en todos los niño/as:
- entre los tres y los cuatro dibujan un “renacuajo” con una cabeza (en general con ojos y boca) y unas piernas. -hacia los cinco años ya dibuja un tronco bien diferenciado con brazos y piernas más o menos integradas correctamente en el cuerpo. La cabeza será mucho más grande que el cuerpo.
-entre los seis y los siete años dibujará ya un cuello y marca las diferencias sexuales a través del pelo, la ropa, etc.
De esta forma, el niño/a satisface su intención expresiva y pone de manifiesto todo lo que sabe del ser humano, de él mismo. En el dibujo de la figura humana el niño/a manifiesta la manera en que se siente vivir, cómo se siente a sí mismo y cómo se siente respecto a los demás, de su propio cuerpo y del cuerpo de los demás.