
Autonomía y responsabilidad
Consideraciones previas
La autonomía es un concepto de la filosofía y la psicología evolutiva que expresa la capacidad para darse normas a uno mismo sin influencia de presiones externas o internas. Se opone a heteronomía.
Autonomía se refiere a la regulación de la conducta por normas que surgen del propio individuo. Autónomo es todo aquél que decide consciente y responsablemente qué reglas son las que van a guiar su comportamiento.
Tener autonomía quiere decir ser capaz de hacer lo que uno cree que se debe hacer, pero no sólo eso. También significa ser capaz de analizar lo que creemos que debemos hacer y considerar si de verdad debe hacerse o si nos estamos engañando.
Somos autónomos cuando somos razonables y consideramos qué debemos hacer con todos los datos a nuestra disposición. Dicho de otro modo: somos verdaderamente autónomos cuando usamos rectamente nuestra conciencia moral.
Precisamente, cuando hacemos esto, nos fijamos en la conexión causal entre las acciones y los efectos que producen. La conciencia de esa conexión nos lleva al concepto de responsabilidad. Sólo cuando somos libres en el sentido positivo de la palabra -es decir, autónomos, capaces de autodeterminación consciente-, nos damos cuenta de la repercusión de nuestras acciones y podemos ser responsables.
En relación con el concepto de autonomía, como proceso para la toma de decisiones libres sustentadas en la propia conciencia de la persona (valores, principios, creencias, etc.), es interesante repasar algunos conceptos que contribuyen en la constitución de la autonomía como voluntad, libertad, responsabilidad y autoestima.
“La voluntad no es en sí misma una facultad intelectual, ni tampoco es una facultad irracional. Sus actos se ejecutan conforme a la razón. Por lo tanto, seguir los deseos no es ejercer la voluntad, es simplemente estar (ciegamente) dominado. De esta manera puede afirmarse que el deseo pertenece al orden de lo sensible, en tanto que la voluntad pertenece al orden del intelecto”. (Ferrater Mora, 2001).
La libertad no es innata a nuestra condición humana, sino un logro de nuestra madurez y de nuestra integración social. No partimos de la libertad, sino que llegamos a ella (Savater, 1997).
Dewey (1998) señala que la libertad es la capacidad de actuar y realizar con independencia de toda tutela exterior. Pero es algo más, y más importante. Sólo cuando el impulso ha sido, hasta cierto punto, controlado y contenido, entonces, puede darse la reflexión. Una acción de verdad libre es una acción deliberada -pensada, reflexionada- y consentida, fruto de una decisión voluntaria. Sólo entonces podemos decir con propiedad que es “nuestra”, y por eso podemos responder de ella (responsabilidad).
En la autonomía se sigue una regla, un principio o ley que es interna a la propia conciencia de la persona, que la ha interiorizado a través de un proceso de construcción, de reflexión y de toma de decisiones progresivo y autónomo. En la autonomía, la regla es el resultado de una decisión libre, y digna de respeto en la medida que hay un consentimiento (Sepúlveda G,. 2003).
La responsabilidad es una propiedad de la libertad humana, y un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar el contenido, la intención y las consecuencias de sus actos, en el plano que llamamos de lo moral.
A la vista de esta valoración, la persona va construyendo y forjando el contenido y la orientación de su vida. En la medida en que lo haga de manera más libre, reflexiva, creativa, honesta y generosa, se convertirá en una persona cabal, en un ciudadano o ciudadana de verdad activo/a y solidario/a.
Si enseñamos a un niño/a a ser autónomo/a, también le estamos ayudando a ser responsable, a tener mayor seguridad en sí mismo, a tener fuerza de voluntad, a ser disciplinado y a estar tranquilo. Aspectos todos importantísimos para que un niño/a crezca feliz.
El sentido de responsabilidad se adquiere a través de la experiencia y la práctica, ya que la persona deberá tomar decisiones en conciencia, ponderando el valor de lo que se quiere conseguir y las consecuencias que puede acarrear, asumiéndolas y, en su caso, incluso rectificándolas.
El ser humano aprende a responsabilizarse, o a no hacerlo, desde la primera etapa de su vida. Las pequeñas tareas y obligaciones de la vida cotidiana tendrán que ir estando a adaptadas a la edad del niño. El sentido de la responsabilidad se pondrá en juego desde las más sencillas situaciones de la vida cotidiana y en el trato diario que el niño tenga con sus padres, sus maestros y sus iguales. En la primera infancia necesita motivaciones externas como premios, refuerzos positivos, o castigos proporcionados.
El sentimiento básico de confianza es imprescindible para la autonomía y especialmente importante en los primeros años de vida, entre los tres y los siete años, en los que predomina la conciencia heterónoma, dependiente del criterio de los mayores; pero hay que ir explicándoles los porqués para que se haga cada vez más autónomo.
También hay que tener en cuenta que aunque ya participan de sentimientos de culpabilidad es muy difícil que tengan arrepentimiento. Es a partir de esta edad, en torno a los siete años (depende de la maduración personal de cada persona, con el popularmente llamado “uso de razón”), que empieza a aparecer cierta conciencia moral, a formar sus criterios y comienza también la autocrítica y la heterocrítica.
También comienza a desarrollarse el sentido de la responsabilidad, por lo tanto es una etapa del desarrollo evolutivo en la que trabajar la autonomía personal es especialmente importante, y facilitará el haberla trabajado también en los periodos anteriores.
Es necesario que al niño/a se le explique claramente lo que se espera de él y cuáles son sus responsabilidades.
Asimismo, conforme éste vaya actuando, el adulto le “devolverá” comentarios, impresiones sobre cómo lo está haciendo. Esta es una tarea importante por parte de los padres/madres ya que el niño/a necesita de otro que le diga si algo está bien o mal, y le enseñe a rectificarlo en este caso. Poco a poco será capaz de apreciarlo por sí mismo/a. Sólo de esa forma el niño/a puede prender y progresar.
Los padres/madres deberán padres ser comprensivos, tolerantes y pacientes, al tiempo que claros, coherentes y respetuosos al expresar lo que esperan de ellos. Conforme vaya respondiendo, el padre o la madre sopesará si el niño/a va necesitando nuevas metas y responsabilidades o afianzar esas durante un periodo de tiempo más largo. Conforme el niño/a crezca irá aumentando el número de situaciones de las que puede responsabilizarse.
A la hora de enseñar a los hijos/as a ser responsables es interesante que los padres y madres sean conscientes de que los hijos/as, a lo largo de todo su crecimiento pero más aún cuando son pequeños, los tienen de ejemplo.
Incluso nos atreveríamos a decir que los niños/as suelen tener los oídos cerrados a los consejos, pero los ojos muy abiertos a los ejemplos. Es importante, entonces, que vean que sus padres ponen en práctica aquello que están intentando enseñarles.
Un niño/a que llega a ser responsable es capaz de valorar la situación en la que se encuentra, según su experiencia y según lo que sus padres esperan de él; y es paulatinamente capaz, de forma independiente, de tomar una decisión para actuar de modo adecuado. Es importante que en todo este proceso de enseñar al niño/a a ser responsable éste pueda llegar a asumir el “deber ser y hacer”, de tal manera que lo interiorice y no necesite siempre de otro que le diga lo que tiene que hacer. Este proceso exige en los padres paciencia, esfuerzo, observación discreta y dedicación de tiempo.
Indicadores de la competencia:
Un niño o niña es autónomo y responsable si...
• Realiza sus tareas normales sin que haya que recordárselo en todo momento.
• Ha adquirido hábitos personales (asearse, vestirse, atarse los zapatos, comer, ocupar y organizar el tiempo...) en función de la edad que tenga.
• Puede razonar lo que debe hacer.
• Presenta fuerza de voluntad en la ejecución de las tareas.
• Se plantea nuevos retos y objetivos.
• No demanda sobreprotección.
• No echa la culpa a los demás ni busca excusas sistemáticamente.
• Es capaz de elegir entre diferentes alternativas.
• Puede jugar, hacer sus deberes y estudiar a solas sin problemas.
• Puede tomar decisiones distintas de las que otros toman en el grupo en que se mueve (amigos, pandilla, familia, etc.), que sean para él o ella adecuadas, aunque sean diferentes de la opinión de los demás.
• Respeta y reconoce los límites establecidos por los padres, aunque en ocasiones pueda discutirlas o incluso llegar a una negociación (de acuerdo con la edad del hijo/a)
• Puede concentrar su atención en tareas complicadas (dependiendo de su edad) durante cierto tiempo, sin llegar a situaciones de frustración y abandono.
• Lleva a cabo lo que dice y en lo que se compromete.
• Reconoce sus errores sin necesidad de complicadas justificaciones.
• Se conoce a sí mismo
• Intenta conquistar y mantener un equilibrio emocional
Factores que dificultan el aprendizaje de la competencia:
• Estilos educativos demasiados rígidos y autoritarios
• Estilos educativos muy permisivos sin apenas conducción
• Estilos educativos indiferentes que muestran poco afecto y poco control (permisividad, negligencia u hostilidad)
• La falta de normas y pautas claras
• Exceso de normas, o normas sin sentido.
• Facilitar soluciones para que dejen tranquilos a los padres o educadores
• Poner en duda las capacidades de los hijos e hijas: cuando haya que censurar, pero censurar la conducta, no a la persona.
• Dirigir imponiendo, abroncando (aunque se riña, siempre es conveniente explicar tranquilamente a posteriori el motivo, y hablar, pues se puede llegar a correr el riesgo de avasallar a los hijos e hijas)
• Consentirles rabietas y excesivos caprichos
• Sobreprotegerles
Frases sobre autonomía y responsabilidad:
“La persona autónoma es quien controla su propia vida, determina sus propias metas y actúa de manera racional y efectiva para lograrlas”. Aviram y Yonah.
“Educar no es fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo”. F. Savater.
“El ser humano tiene que aprender a decir sí o no desde sí mismo, no desde el temor de perder una oportunidad y quedarse atrás”. (Maturana, 2001)
"Nunca se da tanto, como cuando se dan esperanzas." Anatole France.
"No se le puede enseñar nada a un hombre; sólo ayudarle a encontrar la respuesta dentro de sí mismo." Galileo Galilei.
“Es preferible tomar las propias decisiones, aunque estemos intranquilos, que seguir las de otros y estar tranquilos.” Kwame Nkrumah.
“Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti”. Lucio Anneo Séneca.
“La autonomía es un requisito para la eficacia.” Jack Lang
“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida”. Víktor Frankl.