Tolerancia a la frustración
La frustración es la vivencia emocional, el sentimiento que surge ante una situación en la que un deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad no se satisface o no se cumple.
Tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos causan.
La tolerancia a la frustración nos permitirá enfrentarnos con éxito a la vida. Por el contrario, la baja tolerancia a la frustración nos causa enfado, depresión e incapacidad ante cualquier molestia o problema y provoca la evitación o mala solución de los mismos.
De acuerdo a la intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales, la reacción podrá ser de molestia, ansiedad, depresión, angustia, enfado, rabia....
Sin embargo, es importante asumir que la frustración forma parte de la vida. A menudo el mundo frustra, y nosotros mismos no cumplimos nuestras propias expectativas: las cosas no siempre resultan como esperábamos y las ilusiones y expectativas que teníamos puestas en algo, no se cumplen.
La frustración no podemos evitarla; en todo caso sí podemos aprender a manejarla y a “superarla”.
Generalmente es en la infancia, y lo veíamos en la introducción de esta competencia, cuando aprendemos, o deberíamos aprender a tolerar la frustración.
Cuando un niño/a es muy pequeño/a, cree que el mundo gira alrededor de él o ella, vive una época de egocentrismo. El niño/a está convencido que se merece todo lo que quiere, y en el momento en que lo quiere.
No sabe esperar, porque no tiene el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás.
Por ello, cualquier límite o cualquier cosa que le niegan, lo siente y lo interpreta como algo injusto y terrible. No puede entender por qué no le dan lo que él o ella desea. Se siente frustrado/a y despojado/a de lo que "necesita" en ese instante.
No tiene las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar su malestar.
Las frustraciones infantiles son interminables, y cuanto más pequeño es el niño/a, más fácilmente pasa de la frustración a la rabieta.
¿Qué pueden hacer los padres y madres frente a esto?
En ocasiones los padres/madres buscan complacer y sobreproteger en todo a sus hijos/as. A menudo oímos frases como “Es mi hijo/a y mientras esté aquí su padre, o su madre, si puedo se lo doy”, “Antes que verlo así, mejor se lo doy”, “Prefiero quedarme sin lo que sea pero que él /ella por encima de todo este feliz”...
La sobreprotección anula la capacidad de conocer las posibilidades de arreglarse y sobreponerse que todo ser humano tiene. En el fondo el mensaje que estos padres/madres transmiten a sus hijo/as es el de “pobrecitos” y los tratan como desvalidos. Flaco el favor que les hacen los padres/madres a los hijo/as con este comportamiento, ya que tampoco les refuerzan la autoestima.
Si los padres/madres o las demás personas le dan siempre lo que pide y satisfacen sus deseos más inmediatos en el momento en que lo pide, no ayudan al niño/a a que tenga que “sostener” la molestia provocada por tener que esperar o porque sus deseos se vean negados.
Al llegar a la edad adulta, la vida y las situaciones van a ser similares. La vida cotidiana trae inherente situaciones de frustración. Si esto no se trabajó en la infancia el adulto va a seguir sintiéndose mal ante cualquier límite o ante la necesidad de posponer una satisfacción.