1. Aprender a conocer
Aprender a conocer, es ir descubriendo y perfeccionando las diversas facetas de nuestras capacidades intelectuales. Pero asegura que los métodos que deben ser utilizados para conocer deben favorecer el placer de comprender y descubrir, es decir, factores emocionales unidos al aprendizaje que lo potencian y lo hacen estimulante.
El niño/a necesita sentirse seguro y confiado para salir a descubrir el mundo. Esta confianza se genera en la relación con los padres/madres o primeras figuras de apego.
“La confianza que posee una persona en su propia capacidad tiene un profundo efecto sobre sus posibilidades. Las personas que se consideran efectivas logran recuperarse de los fracasos; su enfoque se basa en cómo afrontar las situaciones en vez de preocuparse por lo que le pueda salir mal”, afirma el doctor Daniel Goleman, autor de Inteligencia emocional.
Es necesario poner en contacto a los niños y niñas con los conocimientos, entretejidos por la historia y la cultura, que se organizan en contenidos curriculares y se aprenden en la escuela, pero también, con el mundo que les rodea por medio de sus relaciones con el entorno, la familia, los iguales y los medios de comunicación, ayudándoles a analizar esta realidad a través de estrategias de aprendizaje constructivo. Para ello resulta fundamental el fomento de la lectura crítica: fomentar el hábito de la lectura es de vital importancia en todas las etapas del desarrollo de los hijos e hijas.
La familia transmite conocimientos que entran dentro del ámbito de la historia familiar y le confiere una serie de características diferenciales fruto de las experiencias de las generaciones anteriores. En este sentido, es importante, crear en el hogar intercambios y comunicaciones sobre la historia de los abuelos, tíos abuelos, así como anécdotas y sucesos acaecidos en la biografía familiar, que permitan al niño/a tomar conciencia de su procedencia y conocer su filiación y le ayuden a tomar conciencia de su identidad personal, familiar y social.